Zitarrosa, fantasmas y el puerto.
- DARWIN GABRIEL BENITEZ
- 8 mar 2016
- 3 Min. de lectura
Les explico el “por qué” del Cierre del Centro Folklórico Zitarrosa” del barrio Del Buceo.
La tragedia nos golpeó fuerte el día del 14 to. aniversario de la institución.
La jornada se había desarrollado de manera exitosa y con buena asistencia de público. Un grupo folklórico de Los Bulevares, un recitador gauchesco de Tacuarembó, amigo del sobrino del tesorero, que andaba por Montevideo haciendo los trámites en el Hospital de Clínicas por una operación de vejiga, cuatro integrantes de la murga “Borracha no vale”, y el antes famoso y hoy venido a menos payador del barrio de La Teja “El Mudo” Paredes, habían justificado con creces la entrada con derecho a un choripán que el público había abonado.
Lo que faltó, para sorpresa de todos, fue el esperado discurso del fundador de la institución, Mario Balmaceda que alegó no andar bien del “zurdo” por asuntos personales. Pidió hacerse cargo de la parrilla y durante todo el evento estuvo como ausente, con la mirada perdida y un brillo húmedo en los ojos mal justificado por el humo.
Finalizado el evento, los organizadores de la movida, que nos habíamos quedado juntando las sillas, barriendo el patio y lavando los baños con Cloro decidimos comprar los chorizos que sobraron y consumirlos en rueda de mate para que no haya pérdidas.
No sé cómo fue que arrancaron los cuentos de aparecidos en la ronda improvisada al lado de la parrilla. Creo que fue el flaco Gamarra que comentó acerca de la última aparición del fantasma del Palacio Salvo, y se sumó Alcides con sus historias del lobizón del Delta y el ahorcado del arroyo “El Pantanoso”. En ese momento, Mario Balmaceda, que se había mantenido callado y sumergido en vaya a saber qué tristezas, se puso de pie, aclaró su garganta con una potente carraspera a forma de preámbulo y dijo con voz de barítono tanguero - Hablando de misterios…- Nos sorprendió gratamente, no lo esperábamos.
Hizo un silencio largo que nos llenó de esperanzas. Nos miramos unos a otros entusiasmados, tuve ganas de aplaudir, Mario estaba volviendo de su inexplicable mutismo, los planetas se alineaban nuevamente, los ríos volvían a su cauce, el patio del club recobraba su impronta de boliche de barrio, seguramente Zitarrosa, desde algún lugar del más allá dejaba de cantar “El Violín de Becho” y paraba la oreja para escuchar esta otra voz, también varonil y pausada, Balmaceda estaba otra vez entre nosotros. Más de uno acomodó su silla arrastrándola un tranco hacia el epicentro físico del relato.
Fue lindo verlo con su estampa varonil, flaco, alto, erguido frente a sus amigos, flanqueado por la foto de Don Alfredo y la Santa Rita colorada del patio, cautivando nuevamente a los suyos con la promesa de un relato épico de aparecidos, de miedos bien llevados y de hombrías arrabaleras.
El silencio tenso, cargado de expectativas, fue roto de pronto con la voz tan esperada, potente y sentenciosa del fundador – Las hadas existen- dijo –y agregó - Son hermosas, dulces, y buenas.-
Ante nuestro asombro, se secó una lágrima inoportuna, se limpió las manos en el delantal de parrillero, luego se lo quitó sin apuro, lo dejó en el respaldo de una silla y se alejó despacio, al tranco lento, en medio de un silencio pesado y denso. Antes de ganar la calle por la puerta de lata del costado del club nos miró y nos dijo – Las hadas te cambian la vida.
Eso fue todo, nos quedamos estupefactos, sin dar crédito a lo que habíamos oído y presenciado. Si alguno se vio tentado a ensayar una risa socarrona, seguramente, se la guardó intimidado por la cara de asombro de la mayoría.
Eso fue lo único que sucedió, el resto de lo que se ha hablado es mentira, es falsa la bola que echó a rodar el hijo “el ñato” Arévalo, esa ridiculez de que Mario se fue canturreando la canción “El hada y el mago” de Rata Blanca. Se fue en silencio, incomprendido y con una soledad enorme sobre sus hombros. Tampoco es cierto el rumor de que alguien lo vio paseando por el Montevideo Shopping con una remera de “Tinkerbell” de Disney temporada 2016.
El 7 de febrero se cerró definitivamente el Centro Zitarrosa Del Buceo”. Se había muerto algo de lo recio y varonil que necesitan instituciones como estas. No les hace muy bien a estos centros tradicionalistas ser dirigidos por alguien que experimenta apariciones de hadas dulces y buenas.
Ayer lo encontré en la escollera del “Puertito del Buceo”, le acepté dos mates horribles y me contó que por esas cosas de la vida hace mucho no puede estar con las nenas. -Tenía ganas de verlas comenzar las clases - me dice - Son dos hadas buenas, dos tesoros, llenas de magia, me hacen creer que la vida todavía vale la pena.
D.G.B.
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